El Blog de Pablo Fernando Sanchez

Esta es mi bitácora personal, en la cual trato, sin limitarme a ello, sobre ingeniería de software, ingeniería de sistemas, gestión estratégica, modelado de procesos, metodología, aseguramiento de la calidad, gestión del conocimiento y todos esos asuntos que hacen, desde la gerencia y la técnica, a las empresas que asesoro.

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Estas son algunas entradas en otros blogs inscriptos en Bitacoras.com en las cuales me citan:

Tal como comenté antes, participé como conferencista de la «Segunda Jornada Técnica IEEE del Oriente Colombiano», organizada por IEEE Sección Colombia y la Rama Estudiantil del IEEE en la Universidad Francisco de Paula Santander (IEEE-UFPS). Este evento que se desarrolló el día viernes 1° de septiembre de 2006 en la ciudad de Cúcuta, Departamento de Norte de Santander.

Tal como se ve en las fotografías que acompañan a estas líneas de texto, diserté en una conferencia dentro de las áreas de incumbencia de IEEE Computer Society, de título «Desarrollando Software de Clase Mundial: ¿Cuál es la Clave?».

En esta conferencia planteé que para desarrollar software de clase mundial, el producto software debe pensarse para serlo. Pero ello no basta. Las empresas deben adaptarse a la proyección internacional y descubrir la importancia de su interacción gremio-industrial. Compartí en esta charla experiencias propias y de terceros relacionadas con el tema, cubriendo aspectos como el aseguramiento de la calidad, cuestiones a tener en cuenta relacionadas con el producto software, software propietario y libre, metodología, organización y equipos de trabajo, usabilidad y accesibilidad, entre otros asuntos que adoptan caracter estratégico para los participantes de la industria del software de clase mundial.

No lo podemos negar. Claro, hay gente que lo niega, pero eso es pura ignorancia. Las redes sociales son fundamentales para la economía actual —y por venir. Lo cierto es que una sólida red de contactos es, sin lugar a dudas, tanto o más importante que los que se solían considerar como elementos importantes en modelos empresariales de hace pocos años atrás.

Al margen... ¿quieren una muestra de ignorancia? He escuchado —y más de una vez— a algunos directivos de distintas empresas que, orgullosos, vociferaban que las responsabilidades diarias que derivan de su puesto no les dejaba tiempo para participar de organizaciones técnico-profesionales, foros públicos y demás elementos que podemos encuadran en el concepto de redes sociales. Eso es acarrear modelos que hoy en día no pueden considerarse más que primitivos...

Reflexionemos sobre el tema. Si uno ve que sus «responsabilidades» cotidianas no le dejan tiempo, tendría que evaluar lo que está haciendo, pues definitivamente algo está funcionando mal: los objetivos definidos —o, lamentablemente, los no definidos—, las tareas establecidas o la forma de administrar el tiempo, entre otros factores. Un amigo experimentado, a quien respeto mucho en su persona y en sus opiniones, suele decir que si recurrentemente te falta tiempo —lo que se manifiesta en trabajar constantemente hasta cualquier hora, minimizar tu vida privada, úlceras y demás síntomas—, o vos sos un inútil o tu jefe lo es —o ambas alternativas. Esto recién puede entenderse en toda su magnitud cuando se dan cosas como tener cierta libertad e independencia para gestionar el propio tiempo o, sin esa total libertad, estar bajo una línea vertical de jefes profesionales y que saben lo que hacen.

En fin, no es este el tema principal a tratar, sino lo de las redes sociales. Esto no es ninguna novedad. Si bien en tiempos de Internet se hace mucho más simple esto de interconectarse, miembros de organizaciones como The Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) lo tenemos más que claro, al menos en este caso desde 1884. Pero ahora, además y en especial, está Internet con sus listas de distribución de correo, foros, comunidades virtuales, grupos de interés, mensajería instantánea, servicios de redes sociales y blogs. Esto es de aprovechar, sin dudarlo.

Les cuento otro caso de ignorancia. En cierta oportunidad, hace tiempo ya, me llamaron de una empresa con la intención de contratarme. En entrevista con la «especialista en recursos humanos», me preguntó sobre mis actividades en el IEEE, las que suelo mencionar en mi Curriculum Vitae. Bueno, en realidad no sobre mis actividades —gracias a las cuales me pude entrenar en cuestiones como liderazgo y relaciones interculturales, además de establecer una fuerte red de contactos en todo el mundo—, sino sobre el tiempo que las mismas me llevaban... En definitiva, huí despavorido ante tal demostración de desconsideración hacia lo que yo pueda hacer en mi tiempo, hacia mi capacidad de cumplir objetivos —me desagrada la falta de visión de las empresas que pagan por «calentamiento de sillas»—, hacia lo que estimaban como importante para desempeñarme correctamente y, en definitiva, hacia la importancia de las redes sociales: no tuvieron la dicha de contarme entre sus colaboradores. Además, esta «especialista» me estaba dando el mensaje de que realmente le importaba un bledo que yo tenga vida privada aunque, como es obvio, yo la aproveche para el bien de mi función profesional y, en consecuencia, de la empresa para la cual trabaje. Vergonzoso para la «especialista» y para la empresa, y lamentable el impacto que esto tiene en su imagen marca —pueden imaginarse lo que yo pienso de esta empresa desde entonces...

Sugiero a los postulantes que, en estos casos de falta de respeto, consideración y criterio, se olviden de estas empresas y pasen a otra cosa. Es importante aprender a interpretar estos mensajes. En tiempos en que la economía funciona de otra forma, estas manifestaciones sólo demuestran que la empresa no sería sostenible en el largo plazo y que ser creativo para intentar mejorar las cosas sería, muy probablemente, inútil y problemático —sólo dolores de cabeza, sin posibilidades serias debido a una marcada e insalvable entropía.

He tenido la oportunidad de estar más de una vez en cargos directivos; incluso, más de una vez al frente de una empresa. Cuando estuvo en mi poder la decisión, la empresa nunca pagó por calentar sillas, la gente siempre participó del negocio y se le dio muchísima importancia a las redes sociales. Una de las evaluaciones que me interesan para nuevos cargos es la ponderación del nivel de participación en redes sociales de los postulantes, lo cual garantiza contactos, capacidad de acceder a aliados estratégicos, proveedores, clientes, personal y asesores, capacidad de acceder a conocimiento de primera mano y un amplio etcétera. Como consultor, entre otras cosas, suelo sugerir este planteo a mis clientes.

Les recomiendo algunas lecturas sobre el tema. En el artículo «La Lógica de la Abundancia», Juan Urrutia Elejalde arguye que...

«... el pleno desarrollo de la lógica de la abundancia que subyace en la nueva economía y está asociada al efecto red, nos llevará a una situación límite (de competencia perfecta) en donde las estrategias típicas de tomar la posición o establecer un estándar no son practicables, en donde fidelizar a la clientela es imposible y en donde formar a la plantilla en las TICs es no aconsejable de forma que clientes y empleados deben dejar de ser considerados como tales y pasar a ser verdaderos colaboradores de la empresa. Asimismo, se sugiere que la política de la competencia debe ser revisada en el sentido de facilitar el tamaño de aquellas empresas que por ambición y miopía no se reprimen a la hora de explotar el efecto red.»

Nueva economía... Nueva economía que ya no es tan nueva y, a pesar de ello, aún hace falta que las mentalidades tradicionales se adapten a ella para poder construir a partir de dicha adaptación.

Por otro lado, Alejandro García Macías de la Universidad de Aguascalientes, México, escribió en la revista Redes un artículo titulado «Redes Sociales y Clusters Empresariales», el cual recomiendo.

Allá por 2001, en Papeles de Población, una publicación del Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México en Toluca, Manuel Castells Castells volcó en texto una conferencia que diera en el artículo «La Ciudad de la Nueva Economía», en el que habla sobre esta economía del conocimiento, la economía global, Internet, las redes sociales, el papel de las ciudades, el conocimiento y las universidades.

También recomiendo la lectura de «La Sociedad Civil en la Economía del Conocimiento: TICs y Desarrollo Socio-Económico» por Susana Finquelievich —a quien creo haber conocido hace unos cuantos años en Buenos Aires, estando yo trabajando en un programa del Banco Mundial en el Ministerio de Cultura y Educación de la República Argentina, aunque supongo que no debe recordarme.

Por último, sugiero aprovechar las herramientas que nos da Internet, las organizaciones técnico-profesionales y las cámaras empresariales. Por el lado de Internet, además de los blogs y las comunidades virtuales, existen sistemas como LinkedIn u Orkut. Como ven en los enlaces, poseo usuarios en ambos, pero en lo personal prefiero Orkut. Permite cosas como:
  • gestionar la relación con mis contactos,
  • relacionarme con los contactos de mis contactos,
  • relacionarme con nuevos contactos a través de comunidades de intereses particulares...
... y más. Si quieres que te invite a Orkut, puedes solicitármelo por cualquiera de los medios de contacto que indico en mi blog —por supuesto, si no nos conocemos, agradecería que me cuentes quién eres.

Algo antiguo y que ha dado vueltas por toda la web, pero que vale la pena recordar. Fue hace poco más de un año atrás, más precisamente el 12 de junio de 2005, y Steve Jobs, Chief Executive Officer (CEO) de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, y a mi entender uno de los empresarios más interesantes de la Computación, daba un glorioso discurso para la apertura de la ceremonia de graduación en la Stanford University, en la ciudad de Stanford, California, Estados Unidos de América. La transcripción al castellano del mismo está disponible en esta página. En fin, nada novedoso, estoy seguro que la mayoría lo ha leído a estas alturas.

Sin embargo, me han hecho llegar un enlace a una grabación en video de dicha intervención —que también lo han referenciado en varios sitios web— y estimo apropiado compartirlo con todos ustedes. Por supuesto, está en inglés...



Sin lugar a dudas, un gran discurso; como lo califiqué antes, simplemente glorioso.

Si me lo permiten, incluyo también algunas fotografías que me parecieron interesantes para complementar la nota.

En la primera vemos a Steve Jobs junto a Steve Wozniak —conocido también como «The Woz»— allá por 1975, época en la cual se dedicaban a armar computadoras en el garage de Jobs, que a partir de 1976 fue la humilde primera sede de lo que hoy conocemos como Apple Computer. Como curiosidad del caso, en esa época Woz estaba en la nómina de Hewlett-Packard, por lo cual se vio obligado por contrato a presentar la idea primero a esta firma. La respuesta que obtuvo fue un rotundo rechazo: «¿Para qué quiere la gente una computadora?», le contestaron... Algo que nos enseña a no aceptar tan fácilmente los rechazos con respecto a las cosas en las que creemos, vengan de quien vengan...

En la segunda tenemos a la misma dupla, pero en esta oportunidad treinta años más tarde, en 2005.

La tercera y última muestra a Steve Jobs durante el almuerzo en un evento, sentado a la mesa y en charla con su colega Bill Gates. Esta fotografía me recuerda cómo muchos de los usuarios de los productos de sus respectivas empresas, literal y fanáticamente se pelean por defender el producto que usan y atacan insistentemente al otro. Veamos... Ellos, como competencia, no están para nada trenzados en una discusión enardecida arruinando su almuerzo... Aprendamos de esto también; así es esto de la competencia, que para muchas cosas puede ser una rica fuente de grandes aliados...

Un recreo, un cortometraje documental humorístico en inglés de cinco minutos —aclaro, salvo el nombre, no tiene nada que ver con la película de la saga de James Bond. Esto es desarrollo de software en su máxima expresión. Que lo disfruten.

Hace unos años, tuve la oportunidad de participar de un emprendimiento cuyas características eran bastante peculiares para la época. Para ser sincero, esa no fue precisamente la experiencia más rentable. De todas formas, esto no se debió a cuestiones organizativas, de proceso o técnicas, sino a un factor de riesgo no previsto —al menos no previsto a tal escala—: los efectos de la caída del NASDAQ y los consiguientes problemas con el flujo de inversión. En todo caso, puedo calificarla como una de esas experiencias que dejan mucho, pues realmente gracias a la misma he aprendido mucho —valga la redundancia— sobre gerencia y estrategia.

Se trataba de una empresa dedicada a la consultoría y al desarrollo y comercialización de software, lo cual no era nada sorprendente, salvo por el hecho que habíamos planteado su funcionamiento en forma distribuida. Lo cierto es que, si bien el mercado no estaba lo suficientemente abierto a un modelo de tales características, el equipo societario sí lo estaba, por lo cual, lejos de ser problemático, era genial —y doblemente en esa época. Además de ser socio en este emprendimiento, también me desempeñaba como Gerente de Desarrollo.

De esta experiencia y lo aprendido posteriormente, menciono algunos de los planteos que, a mi entender, deberían tomar en cuenta quienes quieran implementar un modelo de negocio similar:

  • Aplicar en comunicaciones los gastos que bajo otro modelo deberían dedicarse a infraestructura. Para el caso, no se requiere una gran oficina, pues con una pequeña pensada para mantener reuniones y labores de recepción sería más que suficiente. Incluso, hay alternativas posibles para los primeros tiempos de funcionamiento, como establecer una oficina hogareña, alquilar una oficina amoblada —en muchas ciudades hay proveedores de este tipo de servicios que en sus paquetes básicos de bajo costo incluyen cosas como un número telefónico privado, una secretaria telefónica que contesta en forma personalizada siguiendo instrucciones, toma de mensajes y retransmisión por correo electrónico, un domicilio comercial con manejo de correspondencia física, el mobiliario e instalaciones de oficina, conexión a Internet, atención a clientes, servicio de cafetería, etcétera— o establecer un convenio con alguna empresa que cuente con instalaciones subutilizadas, entre otras.
  • Aplanar la estructura organizacional, lo cual ayuda a reducir los costos fijos, aumentar la capacidad de adaptación, mejorar la velocidad de respuesta, estar más cerca de los requerimientos y necesidades de los clientes, mejorar las comunicaciones internas y eliminar la resistencia al cambio en niveles medios.
  • La mejor forma de lograr aplanar la estructura organizacional es por medio de técnicas como el «empowerment» y el trabajo en equipos multidisciplinarios, sustentado en la capacitación, mejores formas de comunicación y un nuevo tipo de liderazgo.
  • Para lograr del personal un mayor compromiso y una menor necesidad de supervisión, es fundamental capacitar al personal en las técnicas de resolución de problemas y toma de decisiones, fomentando en ellos su creatividad y capacidad de innovación, dándole la posibilidad de sentirse totalmente a gusto con su trabajo, representando éste todos los días una nueva motivación. No hay forma de «pedirle» a la gente que «se ponga la camiseta» porque sí; esto sería una gran falacia y sólo generaría sensaciones de explotación. Al encarar las acciones mencionadas, no hace falta pedírselo, pues sienten de verdad lo que ocurre: que «todos están en el mismo barco».
  • Establecer y comunicar objetivos estratégico claros y precisos, en los cuales haya tomado algún tipo de participación el personal, hace que éste tenga más claro su norte. Pero cuidado, no se trata de «hacerlos participar» para que se sientan parte de la empresa. Se trata de que participen porque SON la empresa.
  • Implementar un sistema de gestión de calidad. Si puede certificarse, perfecto; pero si no, implementarlo igual. La idea es que una operación distribuida sin un sistema de gestión es un peligro pues, por la situación particular del caso, más que en cualquier otra situación se necesita el nivel de organización que este tipo de sistema sin duda brinda.
  • Devenido de la concepción propia de la gestión de calidad, llevar al personal a tomar una mayor participación por medio del autocontrol y la conformación de equipos de mejoras, con lo cual se facilite aún más la implementación de una organización más plana y eficiente.
  • Diferenciar los gastos de los costos y gestionar los activos intangibles. Poder identificar qué es pérdida, qué es inversión, cuáles son nuestros activos intangibles y cuánto valen nos permite visualizar la empresa en su verdadera magnitud. He visto organizaciones que metían costos y gastos en una misma bolsa, un error con consecuencias nefastas —en particular cuando hay un Directorio de Accionistas u otro tipo de junta directiva que no conocen la operación más allá de lo que nosotros le mostramos. Ni hablar de las que desconocen sus intangibles y cuánto valen, lo cual puede dar la sensación que no se logró nada o afectar seriamente los procesos de toma de decisiones relacionados con el control, la protección y la estimación de dichos intangibles, los productos y la imagen marca.
  • Gestionar riesgos. La experiencia me dice que tal vez este sea el elemento fundamental, al punto que puede ser un factor determinante para la continuidad del negocio —no soy el único que lo menciona... He visto de todo en este sentido, desde empresas que no lo gestionan, otras que lo gestionan mal —como si fuera un trámite, para cumplir—, otras que lo intentan sobrecargándose, y otras que establecen esta práctica como una espina dorsal para la empresa, sus procesos internos y la toma de decisiones. Demás está decir que en estas últimas es en las que funciona...
  • Mantener el modelo del negocio al día y ensayar en el mismo cualquier cambio que se plantee. Esto permite dominar mejor los cambios —básicamente, saber lo que pasa o puede pasar— y que no tengamos que parar la operación cuando necesitemos mostrar un modelo a, por ejemplo, perspectivas de inversionistas o aliados estratégicos.
  • Establecer y gestionar alianzas estratégicas que potencien a nuestra empresa. Esto puede ser difícil para algunas idiosincracias, pues muchas veces se trata de establecer vínculos muy fuertes con empresas que podrían considerarse competencia. Lo cierto es que es más que posible y necesaria la potenciación mutua entre empresas del mismo sector. Si vamos a ser estrictos, la figura de «competencia» debe analizarse en una manera diferente hoy en día —escribiré sobre el tema en futuros artículos.
Esto complementa artículos que escribí anteriormente, como este y este. Por supuesto, seguiré tratando estos asuntos, que no son nada menores para los nuevos emprendimoentos o para empresas ya establecidas que quieran actualizar su modelo de negocio.

Darle un nombre a un producto software no es una trivialidad. Por el contrario, es una de las primeras y más importantes decisiones económicas que se tomarán para dicho producto. Cometer un error en tal momento puede ser peligroso para su difusión, comercialización, establecimiento y duración.

Las sugerencias que suelen hacer los expertos en la materia —imagen marca y mercadeo— pasan por establecer como estrategia al pensar en la usabilidad antes de darle un nombre a un producto, servicio o empresa, y así asegurarse los beneficios de tener un nombre usable y relacionado con la capacidad de satisfacción que el mismo pueda tener. Entonces, este «nombre usable» debería contemplar los siguientes «deberes» —valga la redundancia—:

  • Debe ser de fácil escritura.
  • Debe transmitirse de manera oral fácilmente.
  • Debe ser fácil de distinguir entre otros similares.
  • Debe indicar características del producto o servicio.
  • Debe ser fácil de recordar.
  • Debe ser corto.
  • Debe estar en el idioma de la audiencia y, si la audiencia es internacional, debe ser fácilmente pronunciable.

Más allá de ello, recuerdo haber leído algo de la renombrada firma de consultoría en marcas Lexicon, quienes son responsable de nombres tales como Pentium, Celeron, PowerBook, HP DeskJet, HP Pavilion, PalmOne, Zire, Tungsten, JavaOne y Adobe InDesign, entre otros, sugiriendo una interesante extensión integrada por cinco pautas invaluables de gran alcance:
  1. ¿Hace tu nombre romper las reglas? En un ambiente saturado de empresas, productos, servicios y comercialización, se suelen perder los nombres. Éstos apenas caben entre tantos otros y es muy fácil no prestarles atención. Tu nombre debe estar situado en una posición de privilegio, aparte de la competencia, como si estuviera «fuera de consurso». Por ejemplo, en la industria de las tecnologías de la información estamos plagados de nombres de productos compuestos por siglas; seguir fomentando este vicio no nos va a llevar a ningún lado pues, entre otras cosas, un nombre de este tipo puede generar confusión —en particular, tomando en cuenta que hay tanta cosa similar pululando por el mercado.
  2. ¿Crea tu nombre envidia entre tus competidores? Una marca registrada es algo que nunca pueden quitarte, así que debe ser poderosa para que cause un dolor de cabeza cada vez que la vean. Cuanto mejor sea el nombre, más desearán robarlo de tí.
  3. ¿El nombre hace una promesa o cuenta una historia? Los grandes nombres son como los pequeños poemas: cada letra, cada unidad de la palabra y sonido deben trabajar juntos para entregar mensajes estratégicos. El nombre correcto puede ser la piedra angular de una relación duradera con el cliente. Es un arma de mercadeo extremadamente poderosa.
  4. ¿Es el nombre descriptivo, o sugiere una característica o una ventaja? Los grandes nombres sugieren una ventaja que obliga a tus prospectos pensar que lo necesitarán durante la próxima década o más. No hay confusión sobre lo que ofreces.
  5. ¿El nombre hace que te sientas un poco incómodo? Los grandes nombres provocan a la gente, atraen la atención, toman oportunidades. Apenas caben en el común de la gente. Un nombre acertado es clave para el éxito de tu negocio, producto y/o servicio. Busca uno que de verdad haga doler la cabeza y prepárate para ser el preferido.

Por supuesto, al margen de estos asuntos, no deberíamos olvidar revisar la disponibilidad del dominio correspondiente en Internet. Incluso, es una buena medida evaluar similitudes.

Tampoco debemos olvidar que, aún creando un nombre sorprendentemente bueno, tenemos que apoyar la imagen marca con nuestro desempeño. De nada sirve un buen nombre si nuestro producto software o servicio no es consecuentemente bueno. El nombre no es magia —al menos no una tan poderosa como para revertir desastres en la calidad del software. Por ejemplo, algo básico: si tenemos un grupo de consultoría que hace las implantaciones de nuestros productos en los clientes en otras ciudades, debemos cuidar que estén alojados en uno de los mejores lugares disponibles pues, de lo contrario, estamos afectando MUY negativamente la imagen marca de nuestro producto software y de nuestra empresa, lo cual es mucho más costoso que el dinero que podríamos llegar a «ahorrar»...

Y, por último, sugiero la referencia a este artículo de Eduardo Manchón en su blog y a este otro —me resultó gracioso eso de una «marca superpoderosa».

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